dissabte, 8 de març del 2008

Converses

El conductor maldecía entre dientes al tráfico, manteniendo una conversación constante con todos los caminones, coches y algún que otro ciclista o peatón que le obstruían el paso. Lo más interesante de su conversación era que nadie podía oirla. No bajaba la ventanilla y gritaba palabrotas, ni tocaba el claxon como hacen algunos taxistas en una reacción nerviosa al tráfico que los rodea. En lugar de eso, ese hombre se limitaba a hablar, daba instrucciones, lanzaba desafios e indicaba maniobras mientras conducía, con lo que, en cierto modo extraño, debía sentirse relacionado, o por lo menos como si interactuara con todo lo que se situaba en su campo visual. O en su punto de mira, según como viera. Ricky penso que era algo insólito pasarse todos los dias de la vida teniendo conversaciones que nadie oía. Pero despues se pregunto si no hacemos todos lo mismo.

(El psicoanalista)